13/12/16

Conexiones: VV. AA. Sobre el escribir en tercera o en primera persona

La crónica, además, es el periodismo que sí dice yo. Que dice existo, estoy, yo no te engaño.

El lenguaje periodístico habitual está anclado en la simulación de esa famosa «objetividad» que algunos, ahora, para ser menos brutos, empiezan a llamar neutralidad. La prosa informativa (despojada, distante, impersonal) es un intento de eliminar cualquier presencia de la prosa, de crear la ilusión de una mirada sin intermediación: una forma de simular que aquí no hay nadie que te cuenta, que «esta es la realidad».

El truco ha sido equiparar objetividad con honestidad y subjetividad con manejo, con trampa. Pero la subjetividad es ineludible, siempre está.

Es casi obvio: todo texto (aunque no lo muestre) está en primera persona. Todo texto, digo, está escrito por alguien, es necesariamente una versión subjetiva de un objeto narrado: un enredo, una conversación, un drama. No por elección; por fatalidad: es imposible que un sujeto dé cuenta de una situación sin que su subjetividad juegue en ese relato, sin que elija qué importa o no contar, sin que decida con qué medios contarlo.

Pero eso no se dice: la prosa informativa se pretende neutral y despersonalizada, para que los lectores sigan creyendo que lo que tienen enfrente es «la pura realidad», sin intermediaciones. Llevamos siglos creyendo que existen relatos automáticos producidos por esa máquina fantástica que se llama prensa; convencidos de que la que nos cuenta las historias es esa máquina-periódico, una entidad colectiva y verdadera.

Los diarios impusieron esa escritura «transparente» para que no se viera la escritura: para que no se viera su subjetividad y sus subjetividades en esa escritura: para disimular que detrás de la máquina hay decisiones y personas. La máquina necesita convencer a sus lectores de que lo que cuenta es la verdad y no una de las infinitas miradas posibles. Reponer una escritura entre lo relatado y el lector es (en ese contexto) casi una obligación moral: la forma de decir aquí hay, señoras y señores, señoras y señores: sujetos que te cuentan, una mirada y una mente y una mano.
Nos convencieron de que la primera persona es un modo de aminorar lo que se escribe, de quitarle autoridad. Y es lo contrario: frente al truco de la prosa informativa (que pretende que no hay nadie contando, que lo que cuenta es «la verdad»), la primera persona se hace cargo, dice: esto es lo que yo vi, yo supe, yo pensé; y hay muchas otras posibilidades, por supuesto.
- Caparrós. M. (2007). Por la crónica. Ponencia presentada en el IV Congreso Internacional de la Lengua Española.


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Dado que el rol del investigador es por lo común una parte integral de la investigación cualitativa, yo escribo mis relatos descriptivos en primera persona. Y de hecho insto a otros (en el caso de que se les esté permitido) a hacer lo mismo. Reconozco que todavía hoy hay algunos académicos y editores que prefieren que el trabajo académico sea escrito en tercera persona. […]

Reconocer la naturaleza crítica del rol del observador y de la influencia que tienen sus apreciaciones y valoraciones subjetivas en el trabajo cualitativo hace todavía más importante el mantener a los lectores al tanto de dicho rol, de dicha presencia.
- Wolcott, H. (2001). Writing up qualitative research. California: Sage.


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[…] la aparente ausencia de un estilo en la escritura científica se reconoce ahora como un recurso retórico por derecho propio. Es decir, “el estilo del no-estilo” es el estilo de la escritura científica.

Al revisar la retórica de la escritura científica P. Atkinson (1990) señala que el estilo y formato "estándar" "no informa literalmente el proceso de descubrimiento, sino que impone una lógica reconstruida. Se enfatiza un descubrimiento inductivo de los hechos, mientras que el papel de los intereses personales y las circunstancias es eludido. Es más, el artículo científico no es meramente informativo, sino que también es persuasivo" (p.43). Es decir, el uso de la voz pasiva y de la tercera persona, la estricta separación entre método y resultados, y entre éstos y la interpretación, y la recurrente apelación a la significatividad y la validez son intencionados, según Sandelowski (1994), para persuadir a lector de que lo que está leyendo es ciencia y no arte, y que los hallazgos que se reportan son objetivos y no contaminados por el corazón o la mente del investigador.
Lo que distingue al arte de la ciencia no es la presencia de recursos retóricos (persuasivos) y literarios en el uno y su ausencia en el otro […] tanto la novela como el informe de investigación son modos de representar la realidad, no de presentar la realidad en sí misma. Los científicos no menos que los artistas intentan persuadir a su audiencia sobre el valor y la validez de sus hallazgos empleando para ellos estrategias orales y escritas para reivindicarse […] El informe de investigación convencional no es una forma artística menos estilizada de lo que es una novela o un poema. -Sandelowski, 1994, p. 53

De hecho, Plummer enfatiza que si el investigador no adopta las convenciones de este estilo, los lectores no le tomarán en serio como científico: “es por eso que la ciencia tiene que parecer que persuade” (2001:169). Tal como Eisner comenta:
Los investigadores hablamos de nuestros hallazgos, como diciendo que hemos descubrimos el mundo en vez de construirlo. En nuestra discusión de decimos “se desprende que…”, dando a entender que no tenemos ninguna responsabilidad por cómo son las cosas. Hablamos y escribimos en una voz vacía de cualquier indicio de que hay un yo personal detrás de las palabras que pronunciamos; nos referimos a “el autor”, “el sujeto”, “el investigador”, o, milagrosamente multiplicamos nuestra individualidad y escribimos sobre lo que “nosotros” hemos encontrado. Todas estas convenciones lingüísticas son, paradójicamente, recursos retóricos diseñados para persuadir al lector de que nosotros, como individuos, no tenemos ninguna firma que asignar a nuestro trabajo.
- Sparkes, A. (2002). Telling Tales in Sport and Physical Activity: A Qualitative Journey. London: Human Kinetics.


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- Cuadros de Octavio Ocampo: Mujer en flores, Mariposa a la flor, y Mujer y flores, respectivamente, ante los que cabría preguntarse, a colación de lo anterior, qué diferencia habría entre contemplarlos desde una "objetiva y despersonalizada" tercera persona y una "subjetiva y personal" primera persona. Fuente: Kawsay Puriy

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